No nació este espacio de crítica absurda con la vocación de convertirse en un servicio público. Sin embargo, hay ocasiones en las que uno siente que tiene que anteponer el bienestar colectivo al suyo personal. Y llegadas estas fechas, considero necesario asumir una responsabilidad que, aunque nadie me lo ha pedido, siento que debo a este público que me lo ha dado todo. El tema es que hemos entrado en plena turrón season y, como yo ya estoy sobradamente gordo, he decidido comer todo el turrón necesario para que así ustedes no tengan que hacerlo y puedan mantener estos tipines que me lucen sin filtros por las redes sociales de diverso pelaje.
No hace falta que me lo agradezcan.
Les confieso mi absoluta pasión por el turroneo absurdo, ese que rompe con la tradicional categorización bifocal en duro versus blando y se adentra en las procelosas aguas del praliné de piña, el coco rallado, la mousse de chocolate y demás mandangas. Soy un declarado early adopter del I+D turronil de Turrons Vicens, aunque su porcentaje de efectividad viene decayendo en los últimos años, tal vez por la intromisión de algunos chef estrella que se creen que todo el monte es Michelin. Excepción hecha, por supuestísimo, del imbatible turrón de Chupa-Chups. Gloria nacional y expresión de las más altas cotas de gustosidad absurda

Para mí, la clave psicológica para soltarse y abandonar los convencionalismos dulcenavideños es admitir que cualquier chocolatina gigante en formato turrón, es turrón. Y, a partir de aquí, a disfrutar. O a criticar con saña, si toca. Por ejemplo, este año ha caído en suerte la cata del turrón de mandarina y yuzu, también de Vicens, y es una jena importante. Una gominola amazapanada impracticable, que te crees que sabe a mandarina porque lo ves en la caja y, como realmente no sabes a qué sabe el yuzu, pues te lo atizas como quien se atiza un Haribo gigantesco. Por aquí no, Vicens.
Tengo que reconocerles que escribo esta crítica desde el desencanto, casi tan profundo como el de Jaime Chávarri, porque la primera cata de novedades turroniles de esta temporada ha resultado bastante decepcionante. Solo uno de cuatro aciertos, para un desasosegante 25% de efectividad digno de Sada en su prime time. Es un NO el de limón marroquí pergeñado por el chef del mar, que nos ofrece, siempre desde un plano marketinero teórico un “turrón inspirado en la herencia culinaria de la gastronomía andalusí. El ingrediente protagonista es el limón marroquí, cocinado en salmuera, que al fermentar adquiere un toque salado y cítrico”. Este turrón pica, señoras y señores. ¿Cómo va a picar un turrón? ¿Estamos locos? Mire usted, chef marítimo, vuelva a su plancton y a sus cosas, y déjenos a los golosos disfrutar de nuestros dulces en paz. Esto de aquí abajo es un dislate, como lo fue el año pasado el turrón de Henry Thomas.
Es un NO también, y sintiéndolo mucho, la variedad de manzana de feria desarrollada por Jordi Roca, ese cocinero-pastelero que habla mirando hacia arriba y del que soy muy fan. Es una manzana abolutamente fake, que no pasaría ninguno de esos controles antidopaje que se salta RDT con absoluta tranquilidad. Pero es un SÍ rotundo el turrón de galleta caramelizada. El catador de dulces avezado desconfía por instinto de los conceptos “salted caramel”, que suele ser el caramelo de toda la vida con muy poco salted, pero que ahora está en boga, y de los omnipresentes “Speculoos” o “Lotus” según convenga. Una galleta absolutamente inexistente en nuestros paladares hasta hace bien poco y que ahora supongo que hasta existirá una Burger Speculoos o similar. Sin embargo, esta variedad turronera me ha conquistado. Muy a favor. Bien ahí Delaviuda en la resistencia, no dejándose arrasar por Vicens en el resbaladizo terreno del turrón absurdo.
Porque uno se enamoró de estas divagaciones turroniles gracias a Lacasa y sus mitiquísimos praliné de piña, que demostró que otro universo navideño era posible y que SÍ SE PUEDE combatir el aburrido mundo del duro/blando y sus extensiones hacia el coco, la yema tostada y el chocolate relleno de Krispies, y el, por entonces extravagante y ahora ya clasico, nata-fresa. Los que nos hemos criado en la dictadura impuesta por mi abuelo de los turrones de Casa Mira, apreciamos como pocos estas decisivas innovaciones que nos permitían salir del círculo vicioso del blando inmanejable, el duro que había que partir con un martillo (tal cual) y gracias al cual mis dentistas disponen de sendos adosados en las costas españolas y el muy farragoso turrón de coco que se te hacía bola.
Por cierto, aún no lo he catado porque mi dealer habitual no trabaja la marca Lacasa, pero este se lleva este año el premio al mejor naming:
Precisamente este naming nos conduce a la discusión sobre la tesis de esta crítica: ¿dónde están los límites del turrón? Para mí los chefs absurdos de Vicens están caminando de manera peligrosa sobre esta frontera. El tema plancton es tremendo, pero es que Quique Dacosta nos quiere epatar con un turrón de pino. De pino, ¿eh? Y de algarroba. Mmmmmm… ¡delicioso! Me atrevo a sugerir el sabor a uralita para la siguiente iteración
Aún siendo nociva esta deriva, existe un paso más allá, un tipo de innovación que no deberíamos permitir. Las formas. No podemos perder las formas. En este sentido, la especialidad de Donettes de El Almendro infringe sin decoro todas las reglamentaciones no escritas del formato turronero para traspasar unos límites peligrosísimos: el turrón que no solo no sabe a turrón, sino que tampoco tiene forma de turrón. Hemos jugado a ser dioses, haciéndonos los graciosos para que la tableta tenga un formato con círculos que recuerdan al dulce original, y se nos ha ido la mano. Esto no es un turrón, es una chocolatina ridícula. Y bastante jena de sabor. No sé si coinciden ustedes, pero todos los experimentos con el sabor donuts fuera de su formato original son un desastre.
Innovación sí, pero de lo que me gusta a mí.
Viví 7 años en España, la amo con locura y a su comida ni se diga pero hasta el sol de hoy no he podido entender el turrón. Probé muchos y no logré querer ninguno. Debe ser un gusto aprendido a fuerza de recuerdos como tenemos muchos en estas latitudes también. Quizás me gustaría el de pino 🫣🤣